Una noche más sin dormir. Dio vueltas varias veces en la cama, hasta que decidió levantarse. Tomó un agua de yerbas y encendió la calefacción. Busco el libro que había empezado aquella tarde y leyó hasta el amanecer. Comenzaba a clarear cuando volvió a la cama. Él estaba ahí, mirándola impávido, igual que cuando se levantó. No existes, dijo en voz alta. Y le dio la espalda. Al despertar, cerca del medio día, él continuaba mirándola con ojos desolados, los mismos ojos con que miró cuando apretó el gatillo.
Cecilia Salazar Díaz. Abril del 2007
1 comentario:
este me levanta los pelos, me da miedoooooooooooo
Publicar un comentario